El destino es tan caprichoso que Bruno Sánchez-Andrade Nuño (Oviedo, 1981), astrofísico doctorado en el instituto Max Planck, excientífico de la NASA y del departamento de defensa de Estados Unidos, nombrado en 2013 joven líder global por el Foro Económico Mundial, caso paradigmático de la fuga de cerebros, le debe sus diez minutos de fama a Mariano Rajoy.
Hace varias semanas, durante su último viaje a Estados Unidos, el presidente probó las Google Glass. “El futuro del partido se ve muy bien con ellas”, dijo. La anecdótica imagen fue replicada por todos los medios nacionales. De soslayo, mencionaban a un joven científico español que se las había prestado: era Sánchez-Andrade. Y sus méritos tienen un alcance mayor que este gesto.
En 2010, con su carrera encarrilada después de varios años en la élite científica de la NASA gestionando proyectos relacionados con satélites y cohetes espaciales, decidió dejarlo. Quería trabajar en un lugar donde los satélites mirasen hacia abajo.
Mariano Rajoy prueba las Google GlassMariano Rajoy prueba las Google GlassSin buscarlo, un proyecto sobre el cambio climático cayó en sus manos y el astrofísico descubrió su talento para manejar datos cartográficos. Desde el año pasado es el jefe científico de una de las startups del momento en Estados Unidos. De un vistazo, Mapbox parece una sencilla herramienta para que cualquier usuario pueda crear sus propios mapas, personalizando la información y los estilos; pero detrás de esta plataforma de código abierto subyace un entramado tecnológico que está innovando en algunos aspectos un escalón por encima de Google Maps, sobre todo en el manejo de satélites y drones para generar mapas más actualizados. Desde un garaje de Washington, un grupo de jóvenes está revolucionando el sector.
Pregunta.- Ahora The Wall Street Journal os dedica artículos de análisis. ¿Por qué se está hablando tanto de Mapbox?
Respuesta.- Porque aquí trabaja, probablemente, el mejor equipo de mapas del mundo. Y te estoy hablando desde un garaje de Washington donde hay un futbolín, unos cuantos sillones y varias salas. Aunque estamos creciendo: la empresa tiene 46 empleados y hace seis meses abrimos oficinas en San Francisco. Pero sigue siendo un garaje. Aquí no hay gestores, ni managers. El potencial de Mapbox es que está revolucionando el ecosistema de mapas digitales con un sistema de software abierto, articulando la tecnología que ya existe, como Mapnik, la herramienta para renderizar mapas; o Leaflet para poner los mapas en el navegador. Sus creadores, Artem Pavlenko y Vladimir Agafonkin, también trabajan con nosotros.
P.- ¿Debe temer Google Maps vuestra competencia?
R.- Tomamos un ángulo completamente diferente a otros proveedores de mapas más establecidos. Mapbox se centra en dar a las personas todo el poder sobre la creación de sus propios mapas. El futuro de los mapas no pasa por crear un mapa para todos y para todos los usos. No, el futuro de los mapas es el control total de la marca y de los datos que muestra. Se trata de ser capaz de permitir editar el contenido, la estética, la funcionalidad. Optimizar para web, para móvil, para ser usado sin conexión. Es por esto que invertimos fuertemente por ejemplo en herramientas TileMill 2 o en mapas vectoriales de terreno.
Mapbox es el presente, pero para comprender la historia hay que hacer flashback. Bruno supo que quería ser astrofísico antes de aprender a leer. “Iba con mi madre caminando por Gijón. En el teatro Jovellanos vi un cartel que me llamó la atención y pregunté qué era. ‘Cosas de astrofísica’, me dijo mi madre, restándole importancia. Me dice mi madre que le respondí cabreado si todavía no sabía que quería ser ‘estudiador de las estrellas'”.
Se licenció en física en Oviedo y se especializó en astrofísica en la Universidad de la Laguna, en Tenerife, uno de los mejores sitios del mundo para observar el cielo. Después de trabajar un año en Instituto de Astrofísica de la Universidad de Göttingen, en 2008 llegó a Estados Unidos para gestionar varios proyectos de la NASA, donde pronto se convirtió en un experto en la gestión de modelos matemáticos y grandes volúmenes de datos procedentes de satélites. No trabajó con mapas hasta el último momento, cuando pensó que sería una buena idea crear un mapamundi del sol mediante una proyección de mercator para que los investigadores posteriores pudiesen “saber dónde están las cosas en su superficie”. [Se puede ver aquí] “Sigue corriendo y actualizándose tan tranquila. Se regenera una vez al día en un servidor”.
P.- ¿Por qué lo dejaste?
R.- Quería que mi trabajo tuviese mucho más impacto en la sociedad, intentar que la gente pudiese entender, maravillarse y beneficiarse de la ciencia. Esa es exactamente la razón por la que dejé la investigación. Tenía un puesto muy atractivo, trabajaba con cohetes espaciales, y con satélites que miraban hacia arriba, y yo quería darles la vuelta para que mirasen hacia la Tierra. Me apasionaba la idea de atraer a la gente hacia el conocimiento, y también aplicarlo para mejorar algunas cosas.
Me dijeron que estaban haciendo algo relacionado con métricas, pero que necesitaban a un experto en medio ambiente. Yo les dije que si me encerraban en una habitación con alguien a quien poder hacer preguntas, yo me encargaría de diseñar el modelo matemático que necesitaban
P.- Y luego descubriste los mapas…
R.- Fue una casualidad que supe aprovechar. Después de dejar la investigación, me costó muchísimo encontrar trabajo porque nos encasillan tanto como científicos que, después, en el mundo real, “nadie necesita a un científico que ha trabajado en la NASA”. Lo tuve que hacer es demostrarles que mis capacidades de física y matemáticas eran valiosas. Entonces me puse en contacto con la ONG Global Adaptation Institute que acababa de ser lanzada, dedicada a combatir el cambio climático. Me dijeron que estaban haciendo algo relacionado con métricas, pero que necesitaban a un experto en medio ambiente. Yo les dije que si me encerraban en una habitación con alguien a quien poder hacer preguntas, yo me encargaría de diseñar el modelo matemático que necesitaban. Me pusieron como guía a Ian Noble, jefe de cambio climático del Banco Mundial. En 4 días creé el boceto del modelo que necesitaban. Cuando lo presenté, me dijeron: ‘Bruno, estás contratado’. [Se puede ver aquí: y aquí el código] Después de crearla y mantenerla por dos años, la acogió la Universidad de Notre Dame. Yo me mudé allí seis meses para enseñar la parte técnica y hacer que la transición fuera suave.
Aquel mapa no pasó inadvertido para Eric Gundersen, el joven CEO de una pequeña empresa que trabajaba en un proyecto de código abierto relacionado con el sector de los mapas digitales. Desde ese día, el fundador de Mapbox no dejó de insistir al astrofísico español para que se fuese con ellos. Lo hizo en 2013, conviertiéndose en el director científico de una startup donde los satélites sí miran hacia abajo.
No es incompatible defender el código abierto y ser una empresa privada con ánimo de lucro. Somos una empresa que vende un producto y apoya el ‘software’ abierto. Esto es esencial para nosotros
A diferencia de las plataformas de Google, Apple o Nokia, Mapbox está basada en OpenStreetMap. En tiempo récord se ha convertido en una herramienta esencial para el trabajo de profesionales de distintos sectores, desde el periodismo a las labores humanitarias; y ya se ha convertido en el sistema que usan compañías como Foursquare, Hipmunk, Uber Technologies y Evernote, además de medios de comunicación como The Washington Post, USA Today o Financial Times, que han integrado la plataforma en su estructura editorial. Además, se ha utilizado para proyectos concretos como el registro de los cambios en los impuestos de propiedad en Filadelfia, censos de población o el seguimiento del estado medioambiental de la Amazonia Su modelo de negocio consiste en uso básico gratis, y cobrar a sus clientes 0,50 dólares por cada 1.000 impresiones de sus mapas. En 2013, Mapbox también recibió un empujón de diez millones de dólares por parte del fondo Foundry Group.
P.- Mucha gente piensa que con una empresa de código abierto no se puede ganar dinero…
R.- No es incompatible defender el código abierto y ser una empresa privada con ánimo de lucro. Somos una empresa que vende un producto y apoya el software abierto. Esto es esencial para nosotros. Creemos que es básico para el progreso de la sociedad. Un ejemplo, si estás en África y no tienes buena conexión, puedes modificar el código para trabajar sin conexión. Cualquiera puede crear un mapa mejor de su entorno, o como ocurrió en Filipinas o Haití al contribuir con los mapas a gestionar la respuesta tras la catástrofe. Para nutrir el sistema usamos todo tipo de satélites, desde los de la NASA, pagados por los impuestos de los estadounidenses, hasta satélites comerciales. También enviamos drones a determinadas regiones.
P.- ¿Con qué nos vais a sorprender este año?
R.- No puedo desvelar mucho, pero este año vamos a hacer bastante ruido. Uno de nuestros proyectos es democratizar el uso de drones y satélites. Si alguien en Castilla quiere obtener una imagen de satélite para comprobar el estado de sus campos, hoy tiene que mandar un fax y esperar. Con el tiempo, con Mapbox cualquiera podrá obtener una imagen actualizada de un satélite apretando un botón. Si eres un periodista, podrás poner la imagen actualiada en tu noticia. Si eres un granjero de Nebraska, puedes hacer un seguimiento de tus campos.