El químico español por el que se pelean las grandes petroleras del mundoLa relevancia de la tecnología que el químico español Javier García Martínez (Logroño, 1973) tiene entre manos no se corresponde con el volumen de sus apariciones en prensa. Ha hallado el método que las multinacionales petroleras llevaban buscando, sin éxito, invirtiendo millones, durante medio siglo: un catalizador que permite mejorar el rendimiento de las refinerías a la hora de transformar el crudo en carburante. Gracias a su trabajo, cada barril de petróleo vale más. De momento, la mayor petrolera del mundo, Saudi Aramco, entre otras muchas, ya engrosa su cartera de clientes.

Tras formarse en el MIT, actualmente dirige el Laboratorio de Nanotecnología Molecular de la Universidad de Alicante. Antes, en 2008, había fundado en Estados Unidos Rive Technology Inc, la compañía donde ha volcado, mediante un proceso de transferencia tecnológica ejemplar, sus valiosas patentes, en total más de cuarenta.

En el siglo XX se desarrolló la industria química y energética de una forma espectacular, pero hay que adaptarla al siglo XXI, en especial desde la perspectiva de la eficiencia. Debe producirse un cambio disruptivo, de lo contrario estamos abocados a acabar con los recursos naturales

A través de esta firma, el químico se ha propuesto revolucionar uno de los principales acontecimientos industriales del siglo pasado: los procesos para el refino del petróleo. “En el siglo XX se desarrolló la industria química y energética de una forma espectacular, pero hay que adaptarla al siglo XXI, en especial desde la perspectiva de la eficiencia. Debe producirse un cambio disruptivo, de lo contrario estamos abocados a acabar con los recursos naturales”.

Nanotecnología aplicada

Su campo de acción es la nanotecnología aplicada a los nuevos materiales, una línea de investigación que le ha conducido al hallazgo por el que ahora se pelean las grandes petroleras del mundo. “La industria química ha podido desarrollarse gracias al uso de catalizadores. Con ellos somos capaces de forzar los procesos químicos en la dirección de las sustancias que deseamos, impidiendo que se formen productos de escaso interés”, explica a Teknautas.

A lo largo del tiempo, la industria ha introducido distintos catalizadores en la mayoría de los procesos de refino de petróleo, hallando en las zeolitas una sustancia clave para el desarrollo del sector. “Gracias a ellos logramos producir gasolina y diésel a partir del crudo de forma muy eficiente. Pero tienen un gran inconveniente, sus canales son demasiado pequeños. Las zeolitas funcionan, pero las moléculas de los hidrocarburos son cada vez mayores y las firmas se encuentran cada vez con más problemas para transformar el petróleo”.

El descubrimiento de García es tan sencillo como elegante. Consiste en modificar estos catalizadores introduciendo poros más grandes que permitan el acceso de las moléculas de mayor tamaño. “Mi tecnología consiste en abrir la estructura de los catalizadores actuales mediante el uso de nanotecnología. Imagina que el catalizador es una red de carreteras comarcales que conecta un montón de pueblos. Si vas en coche, puede funcionar. ¿Pero qué ocurre si conduces un camión gigantesco? Entonces, necesitas autopistas”.

En términos económicos, el catalizador patentado por García permite aumentar el rendimiento de un barril de crudo en 2,50 dólares

“Autopistas moleculares que posibiliten el acceso de moléculas muy grandes al interior del catalizador, para abrir la catálisis a los procesos que involucran moléculas muy complejas y voluminosas, procesos que hoy están más allá de nuestro alcance”, agrega el científico.

La revalorización de los barriles

En términos económicos, el catalizador patentado por García permite aumentar el rendimiento de un barril de crudo en 2,50 dólares, multiplicando la cantidad de carburante que puede obtenerse en las refinerías y reduciendo, en el mismo proceso, la cantidad de residuos generados. “No ha sido fácil convencer a las refinerías. Hubo que hacer muchas pruebas a escala piloto”, señala. No en vano, se trata del primer catalizador de craqueo que se introduce en la industria en muchos años y un ejemplo excepcional del potencial de la nanotecnología en un sector tan significativo como el energético.

Además, gracias al valor que su tecnología representa para las refinerías, también ha logrado innovar en cuanto al modelo de negocio. “Las empresas suelen vender los catalizadores, pero nosotros entendimos que el valor estaba en compartir parte del beneficio que generamos”, señala. “Hoy, Rive Technology comercializa su tecnología capturando una parte importante de los beneficios generados gracias a nuestros catalizadores”.

En los últimos años, su empresa ha recibido inversiones por valor de 70 millones de dólares para desarrollar una tecnología que ya se ha introducido con éxito en el mercado estadounidense

Las autopistas moleculares del químico español han superado en tiempo récord el umbral de la ciencia básica. En los últimos años, su empresa ha recibido inversiones por valor de 70 millones de dólares para desarrollar una tecnología que ya se ha introducido con éxito en el mercado. Concretamente, en Estados Unidos, donde varias refinerías están utilizando el nuevo catalizador para producir la gasolina y el diésel que consumen los coches del país.

Ahora, es el turno de Europa, donde llegarán de la mano de una gran multinacional cuyo nombre no puede desvelar aún ya que están a punto de cerrar el acuerdo. Lo que sí puede contar es la inversión de 20 millones de dólares que acaba de realizar en su empresa la mayor compañía petrolera del mundo en términos de reservas (la mayor en valor y ventas es ExxonMobil), la saudí Saudi Aramco.

A pesar de adoptar continuamente un perfil bajo -no busca entrevistas, ni se presenta a premios-, los reconocimientos no le faltan. Sobre todo, fuera de España. En 2005, se convirtió en el mejor químico europeo menor de 35 años. También es miembro del consejo de tecnologías emergentes del Foro Económico Mundial, que en 2009 le nombró joven líder global. Y desde el punto de vista de la divulgación científica, escribe habitualmente en The Washington Post. El lugar donde ha colocado su listón personal está al alcance de muy pocos: “Contribuir a la creación de una nueva industria química y energética, como las que nacieron en el siglo XX”.